Misoginia: Lo que oculta la sociedad


La misoginia es un virus social que nos enferma a todos y algunos tienen más síntomas que otros. Es una “enfermedad” que está asociada a experiencias prematuras de maltrato, mayormente cuando se han tenido padres dominantes que llevan al niño a sentirse inapreciable, irrespetado y humillado, llevándolo a fantasear con llegar a tener poder para resarcir sus sentimientos de pequeñez; es la consecuencia de un subconsciente anclado en sentimientos de amor-odio, más que todo relacionado hacia la madre.
Así que podemos definir el machismo como el "conjunto de comportamientos sexistas que tienen por objeto establecer o mantener el predominio del hombre sobre la mujer, en todos los ámbitos".
Una persona misógina odia a las mujeres y, por extensión, todo lo que tenga que ver con lo que tradicionalmente se asocia a lo femenino. No intenta ejercer un dominio o control de la mujer, sino que directamente quiere eliminar cualquier dependencia con el sexo femenino, que desprecia. Al igual que el racismo, xenofobia o la homofobia, se estudia como un trastorno del comportamiento y pertenece más a lo individual que a lo colectivo.
La misoginia se ha construido a través de los siglos como una ideología y una posición de extremismo intelectual. Se fundamenta en la cultura griega y en mitos y creencias que asocian a la mujer con la maldad o con un ser humano incompleto.
Etimológicamente la "misoginia" procede del griego "miseo"  que significa "odiar" y "gyne" es "mujer". De hecho, parte del origen de la misoginia proviene de los mitos griegos, como la Esfinge que es una cara de mujer, cuerpo de león y alas de pájaro, que representaba el demonio, la destrucción y la mala suerte. También está el mito católico de Adán y Eva, donde la mujer es la incitadora del pecado, historia que  también contribuyó al desprecio u odio hacia lo femenino.
Si eres una mujer (o si no lo eres), en algún momento habrás censurado, juzgado, condenado a una mujer. Ejemplo: ¿has criticado alguna vez a una mujer por ser abiertamente sexual mientras que no criticabas el mismo comportamiento en hombres?, ¿Calificas de exhibicionista a una mujer cuando usa una falda muy corta? ¿Has fingido un orgasmo estando con un hombre para no herir sus sentimientos? ¿Te has sentido impresionada/paralizada/ofendida al ver vello en otras mujeres, aunque sabes muy bien que tú también tienes? o hasta haz hecho todas en algún momento de tu vida. Incluso, a veces, estando dentro del movimiento feminista y sabiendo que lo que decías o hacías era sexista, igual cedes ante las presiones de nuestra sociedad patriarcal. Eso lo sé muy bien ya que yo misma lo he hecho en algún punto de mi vida, incluso después de considerarme abiertamente feminista. Todos podemos acabar cediendo a los sistemas de opresión que nos afectan (sin querer hacerlo).


Es así como la misoginia interiorizada resulta una parte involuntaria de nuestro pensamiento. Deshacerse de ella es una lucha diaria y constante. Desde luego, hasta que no liberemos nuestra sociedad del sexismo, la misoginia internalizada no se irá.

Este es un claro ejemplo de que por ser feminista no significa que automática y mágicamente nos liberemos completamente del yugo patriarcal. Incluso cuando entendemos la lógica de estos métodos de opresión, y comprendemos que lo que hacemos tiene su raíz en el sexismo, nuestra misoginia interiorizada junto con la misoginia de nuestra sociedad nos obligan a acatar las mismas ideas que rechazamos.
Al final del día, las mujeres feministas debemos luchar por desmantelar al patriarcado y empoderar al resto de las mujeres.




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