Manipulación entre Pareja

Decidimos unirnos a otra persona para construir algo en común. La pareja, por lo tanto, es la sociedad más pequeña que existe y donde invertimos gran parte de nuestro capital afectivo. Normalmente esta unión se realiza con la idea de que nos permitirá a ambos salir ganando. Pero, como en toda sociedad, uno de los peligros que acechan a la pareja son las luchas de poder. Éstas suelen darse cuando se olvida que existe un proyecto en común y uno o ambos miembros intentan imponer sus reglas y sus objetivos individuales.

La manipulación emocional es una de las prácticas más utilizadas en las batallas de pareja. De forma inconsciente o voluntaria se exige a otra persona que actúe según los propios deseos o necesidades, utilizando los sentimientos como arma. Los celos, las amenazas directas o veladas, la exigencia, infundir sentimientos de culpa o incluso una actitud victimista, son algunas de las estrategias manipulatorias más utilizadas.

A menudo no es fácil reconocer el chantaje emocional, dado que a veces está tan infiltrado en nuestras relaciones que no nos percatamos de cuándo somos víctimas de él ni cuándo lo empleamos. La pareja, por ser un espacio donde están sumamente implicados los sentimientos y muchas decisiones, supone un terreno idóneo para que aparezca.

Cuando la manipulación es constante o insidiosa puede actuar como carcoma en las bases de la relación, desgastando a la pareja. Entonces de la unión no se derivan ganancias, sino pérdidas, o sólo se enriquece uno de sus miembros, mientras que el otro resulta cada vez más empobrecido. Reconocer este juego de dominación es la única manera de desactivarlo.

Detrás de la manipulación, por lo tanto, existe una búsqueda de poder y control ante la inseguridad que despierta la libertad de acción de otra persona. Con diferentes estrategias se intenta tocar alguno de sus puntos débiles para que en vez de que se deje llevar por sus propios deseos se ajuste a nuestras necesidades. De este modo uno siente que lleva las riendas de la relación y eso aporta una agradable sensación de seguridad.

Lógicamente existen diferentes grados de manipulación emocional. Algunos chantajes son más transparentes e inofensivos, otros más retorcidos. Algunos no implican apenas daño ni menoscabo para la otra persona, mientras que otros pueden resultar muy destructivos. Ciertos individuos pueden llegar a tiranizar a la persona con la que conviven utilizando el desdén, la humillación, la crítica o la desvalorización. El abuso físico o verbal pueden ser manifestaciones extremas de manipulación, en los que el objetivo es anular la autoestima de la otra persona. Se intenta rebajar y degradar al otro para sobresalir y compensar un gran sentimiento de inseguridad.


JUEGOS DE DOMINACIÓN

En el mundo de la pareja se producen muchas veces juegos de dominación en los que cada miembro adopta un papel diferente y agarra al otro con diferentes armas de manipulación. En ocasiones la relación se convierte en un campo de batalla en el que ambos luchan para controlar la situación o reivindicar su punto de vista. Otras veces existe una clara jerarquía de poder y uno de los dos decide e impone, mientras que el otro acata sus órdenes.

Es preciso recordar que la manipulación siempre es cosa de dos. Las luchas de poder sólo son posibles cuando hay dos bandos enfrentados e, igualmente, para que alguien se imponga en una relación es preciso que haya otra persona que lo acepte. En muchos casos se trata de un encaje de necesidades. Así como uno necesita dominar para sentirse más seguro, el otro acepta someterse como un modo de delegar responsabilidades o incluso de mantener la relación.

El chantaje emocional puede adoptar diferentes formas. La clave está en provocar una mezcla de miedo, obligación y culpa para que la pareja acabe sucumbiendo a las propias expectativas. Para ello se pueden emplear estrategias tan diversas como:

• El castigo: Se amenaza, de manera directa o implícita, que si no se realiza lo que uno desea habrá que atenerse a consecuencias negativas. Por ejemplo: “Si no vienes hoy conmigo, no esperes que mañana te acompañe”.

• El autocastigo: En este caso la amenaza va dirigida a dañarse a uno mismo para hacer sentir culpable al otro. “Si tú no me quieres la vida no tiene sentido para mí, así que me abandonaré”.

 Las promesasSe ofrecen promesas maravillosas a cambio de que se acate la propia voluntad, pero no siempre se cumplen. “Si sigues conmigo te prometo que cambiaré y que seremos felices”.

• El silencio: Supone una manera fría de mostrar enfado, en que el otro siente que sólo si cede logrará mejorar el clima relacional.

• Hacerse la víctima: Es una exigencia disfrazada de sentimientos de lástima y culpabilidad. Como, por ejemplo: “Si no vienes a verme estaré todo el día solo”.

• Dar para recibir: En ocasiones dar u ofrecer cosas se utiliza para atar a la otra persona. “Dado que te ayudé ahora merezco algo a cambio”.

• Culpabilizar: Se utilizan reproches o comentarios críticos para que alguien se sienta culpable y así corrija su actitud o su comportamiento.


SALIR DE LA TRAMPA

Los juegos de dominación más intrincados son aquellos que implican un doble mensaje. Lo que se expresa directamente no está en coherencia con el tono que se utiliza, o detrás de una petición legítima se esconden fines subterráneos que responde al propio interés. Son trampas del tipo: “No hace falta que vengas. Tienes mucho trabajo y, total, siempre me las arreglo solo”.

Una manera de desmontar las trampas manipulatorias es hacerlas explícitas, es decir, verbalizar lo que se expresa de manera indirecta. Si lo hacemos en forma de acusación, diciendo por ejemplo: “Lo que en realidad quieres es que te acompañe y para ello me haces sentir culpable”, es fácil que se desmienta por la otra parte o incluso que haya como contestación una acusación mayor.

Un aprendizaje importante en las parejas, y en todo tipo de relaciones, es aprender a comunicarse debidamente para aclarar malentendidos o situaciones confusas. Las manipulaciones dejan de tener poder sobre nosotros si las reconocemos como tales y expresamos a la otra persona cómo nos sentimos. Se puede decir, por ejemplo: “Me siento dividido. Por una parte me dices que no venga, pero por otra me da la impresión de que si no lo hago te fastidiará. Dime realmente lo que deseas y veré qué puedo hacer”. Si apelamos a nuestros sentimientos es más probable que nuestra pareja nos comprenda y quiera poner de su parte para aclarar la situación.

 En todo caso cada uno de los miembros decide si hacer de la pareja un campo de batalla o un lugar de encuentro y de cooperación basado en la igualdad y el respeto, donde no sólo gane uno sino los dos.

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